A los correveidiles del empresario les enseñan en las
escuelas de negocios lo bien adaptados que estamos los trabajadores para
responder a estímulos bruscos o repentinos, ante hechos puntuales que produzcan
una lesión y una contestación del grupo. También les enseñan lo mal adaptados
que estamos biológicamente a responder a cambios lentos y graduales. Y por se
aprovechan. Y eso se lo explican con una metáfora que se llama “el síndrome de
la rana hervida” (La Quinta disciplina, P. Senge).
Si ponemos una rana en una olla de agua hirviendo, inmediatamente
intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente y no
la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26
grados centígrados, la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A
medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida y,
finalmente, no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo
impide, la rana se queda allí y hierve.
Fijaos bien, esta es la
auténtica explicación del nuevo ERE que nos presenta Menéndez (y que por las
razones que explicamos seguirá “cronificado”). A este empresario le han contado
que los trabajadores tienen, como la rana, muy mal preparado su equipamiento
biológico para responder a estímulos constantes, lentos y graduales, o dicho de
otra forma tienen una gran capacidad de adaptación creciente al medio. Por eso
saben que el mismo 10% que te reducen ahora, tras 4 años de soportar algo
injusto, es percibido de forma distinta al 10% que te quitaron cuatro años
atrás (y no te digo nada si te “bajan” del 30% al 10%, casi un santo).
El asunto es que todo esto se
contempla de forma subjetiva, es decir visto desde la óptica de cada uno de
nosotros, incluso de nuestras familias, y tratado a la postre como si de
resignación cristiana se tratara. El sindicato en quien cada uno ha confiado
para defender su status de trabajador es quien debiera sustituir (o
complementar, porque sustituir no siempre es fácil) esta “debilidad” y
objetivarla. ¿Cómo?. Pues con las armas del derecho (no hay medidas, ni grandes
ni pequeñas, si no existen causas, eso es lo que objetivamente establece la
reforma laboral, poco sospechosa de servir a los trabajadores); y los estados
contables, aprobados por los accionistas, auditados, depositados en el Registro
Mercantil y publicados en la CNMV.
Y después como el de la tele: si tiene pase, pasa; y si no tiene pase NO pasa. Esto es lo ortodoxo en un
Sindicato, conocer las leyes aplicables, saber interpretarlas. Conocer los
estados contables oficiales, saber interpretarlos; y todo ello al margen, y sin
perjuicio del síndrome de la “rana hervida”.
El problema para la plantilla
—y correlativa solución para el empresario—, es que en las escuelas sindicales
esto NO se enseña. Sólo en las de negocios, que es donde el señorito manda a
los suyos. Allí aprenden también que las causas económicas esas de la reforma
laboral, poco importa que existan o no, lo importante es que la ley dice que
existe presunción de existencia sólo con que los sindicatos “amigos” firmen con
el empresario, aunque sea a escondidas.
¿A que ni se os había pasado
por la cabeza que nuestro problema es que tenemos sindicalistas negociando con el
síndrome de la rana hervida?
¿O será otro síndrome?.
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