El Ministerio del
Amor
El nuevo inquilino de la Casa Blanca
americana ha vuelto a poner de moda a G.Orwell y a su novela “1984”. Deben
haber pensado los yanquis que las primeras decisiones de su nuevo líder les
sitúa cada vez más cerca del mundo de ficción de la novela y tal vez quieran
saber cómo van a acabar si siguen por esa vía.
Pero los objetivos de control absoluto
no son patrimonio exclusivo ni de los presidentes americanos ni de la ficción
de Orwell. A poco que nos fijemos podemos observar a nuestro alrededor
determinados rasgos, intentos de control absolutista fuertemente centralizados
donde una oligarquía, tipo el Partido del Gran Hermano de Orwell, despliega sus
efectos. Fijémonos si no en el paralelismo que existe en nuestra empresa con el
mundo distópico de Orwell.
En LBK existe todo un mundo de
centralidad (el Partido del Gran Hermano) que vigila, supervisa y controla a
todo un ejército de trabajadores para que nadie se mueva del pensamiento único.
Para ello han desarrollado herramientas que en la neolengua corporativa se llaman “evaluaciones del desempeño” y en
las que, con total desprecio a principios fundamentales como la prohibición de
indefensión, el respeto a la verdad, los códigos éticos, la libertad de
expresión u otros, se orquesta todo un aparato de reeducación (algo así
como el Ministerio
del Amor orweliano) mediante el
correspondiente despliegue de representantes locales que tienen como función devolver
a los desviados del pensamiento único al redil.
Esta red clientelar (a modo de “policías
del pensamiento” de Orwell) usan y abusan de esta evaluación con el único fin
de “medrar” ante sus Jefes del Ministerio del Amor. Si os parece que estamos
exagerando, atentos a la última de uno de estos “policías” que opera en
Cantabria bajo el título de “Director de la Unidad territorial de
Recuperaciones”, quien no ha tenido el más mínimo rubor en asaetear por la
espalda a uno de los trabajadores a sus órdenes, el también Presidente del Comité
de Empresa de servicios centrales en Santander.
Debió pensar que no podía dejar pasar
la oportunidad de ascender en ese Ministerio del Amor yendo de caza mayor. Un
sindicalista. Nuestro valiente “policía del pensamiento” nunca había mostrado
queja sobre el comportamiento profesional de Jesús, ni verbal ni escrita. Pero
tener en el punto de mira a un sindicalista (los “enemigos del pueblo” en la ficción
orweliana) y dejarle escapar sería tanto como una oportunidad desaprovechada. Y
no la dejó pasar.
Además de no tener queja previa alguna
sobre él, se impide que el evaluado pueda defenderse de lo que se le acusa, no
citándole para la evaluación. Poco importa que la prohibición de indefensión
sea un derecho fundamentalísimo. Poco importa que, incluso en las normas de su
Ministerio del Amor, se recoja tal derecho.
—Eso de los derechos son gilipolleces—
debió pensar nuestro valiente “policía” mientras desgranaba en el Informe de
Jesús —y a sus espaldas— toda suerte de descalificaciones sin prueba,
conclusiones sin argumentos o subjetividades mendaces.
Concluido
el trabajo debió reparar en que estas descalificaciones profesionales sin
fundamento no serían suficientes para el Ministerio del Amor y no dudó ni un momento
en acusar al Presidente del Comité de Empresa de interrumpir su trabajo con su actividad sindical.
Resultaba
imprescindible que los dirigentes del Ministerio del Amor supieran lo valiente
policía de provincias que era. Y es que con un “proleta” de los de abajo se
mete cualquiera, pero hay que tenerlos bien puestos para lancear a un
sindicalista, aunque sea por la espalda.
Por
eso nuestro “policía del pensamiento” no se conformó con descalificar sin antecedentes,
con discriminar profesionalmente a un trabajador aludiendo a su función
sindical, ni siquiera en hacerlo abusando de la indefensión de Jesús.
Seguramente aturdido por algo parecido a los “Dos Minutos de Odio” orwelianos
no reparó en que sus descalificaciones profesionales —“más bien resta mucho dentro de la unidad de recuperaciones”, dice—
estaban referidas a la evaluación del desempeño correspondiente a 2015, año en
que evaluador y evaluado ¡¡no trabajaban juntos!!.
Enhorabuena,
valiente policía del régimen. Ya consumaste tu obra. Tus jefes habrán tomado
buena nota de tus servicios.
Pero
no olvides que enturbiar el buen nombre de Jesús es tarea casi tan ardua como
limpiar el tuyo.
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