Hemos sabido por la Intranet que Liberbank se ha
embarcado en un proceso de evaluación del desempeño que tiene absolutamente
alarmado a todo el mundo y también a CSICA.
Los dirigentes de recursos humanos de LBK debían saber que en el catón de la
gestión de plantillas resulta imprescindible alinear cultura empresarial y
estrategia organizativa antes de lanzarse a aplicar herramientas de forma
errática, algo muy propio de este equipo directivo que blande sus armas los
viernes a última hora. Con estos antecedentes y un clima laboral absolutamente
alterado, como ya tuvimos ocasión de demostrar en CSICA con un informe riguroso
el pasado verano, aplicar una evaluación del desempeño es como ponerse una
corbata llevando los zapatos rotos.
¿Y qué es la evaluación del desempeño?. Pues lo que quiera
el empresario. Como casi todas las cosas de la vida ninguna es intrínsecamente
buena o mala y la evaluación esta tampoco, resultando determinante de su éxito
o fracaso las intenciones que albergue quien la implanta. Esta herramienta nació teóricamente en un
ambiente de gestión de recursos humanos —donde no hay personas, sólo empleados—
como instrumento de motivación, realmente de lo que se llamó desarrollo del
factor humano, incremento y adecuación competencial en una época en que se comenzaba
a hablar del capital humano. Los responsables de recursos humanos —que en LBK gestionan
empleados no personas—, acogieron la evaluación del desempeño como la panacea
pero en la profesión se dice que nadie conoce una sola empresa donde haya
funcionado.
La explicación que dan es que sirve para motivar al
factor humano, incrementar sus competencias, etc. pero la realidad es que se
trata de una forma de segmentación cuando se pone en manos no adecuadas, y en
Liberbank ya sabemos cómo es la calidad de la gestión de personas.
Es mucho más que probable que servirá para segmentar
a la plantilla en 3 grupos; los “buenos”, los “normales” y los “malos” y no
como una cuestión finalista en sí misma, como quieren hacernos creer, sino para
algo que siempre se oculta y que es para adoptar decisiones con los buenos (premiar),
con los normales (animar a que sean buenos aunque sólo el 16% puede conseguirlo)
y con los malos (despedir o enviar a los dispensarios médicos). Para ello se utiliza una herramienta oculta
en todos los casos que se llama “campana de gauss”, la conocida curva “normal” de
origen estadístico mediante la cual se fuerza el encasillamiento de todos y
cada uno de nosotros que deberemos estar entre el 16 por ciento de los malos,
el 16 por ciento de los buenos o el 68 por ciento de los normales.
Lo que aquí se llaman evaluadores, los jefes, tienen
una papeleta difícil porque aplicar la curva normal en una muestra pequeña
—pocos centros tienen más de 10 evaluados— les obliga a encasillar a los suyos
en cada uno de estos grupos lo cual es estadísticamente imposible porque la
distribución “normal” de una muestra, teoría central del límite, sólo es
posible con muestras estadísticas grandes como el conjunto de la plantilla.
Cuando el “supervisor” (que esta es su función) observa que la evaluación que
le entrega el evaluador no responde a esta distribución le “forzará” (por eso
se llama ranking forzado) a encasillar a los suyos en los 3 grupos citados con
lo cual estaremos ante una evaluación absolutamente subjetiva y forzada en que
el mando de recursos humanos tendrá su “normal” constituida a base de mentiras,
lejos de la objetividad que predican en sus cursos.
Y es que la evaluación del desempeño necesita de
numerosos condicionantes para que sirva para el objetivo que fue creada, el
desarrollo del factor humano como hemos dicho, en lugar de una forma de
segmentación, de desmotivación e incluso de humillación cuando los trabajadores
se dan cuenta de que realmente a lo que le aboca el ranking forzado es a
competir con el que tiene al lado para poder estar en el 16% de los buenos.
Es por ello que lo que iba a ser la panacea de los
recursos humanos (corbata) se queda en lo que realmente es (zapatos rotos), y
lo que realmente es aún peor, un potente estresor que vendrá a incrementar las
bajas por motivos psicológicos, que parece ser que es lo pretendido.
Los teóricos de la evaluación del desempeño dicen
que para poner en marcha esta herramienta en una organización deberían:
¾
Desechar la “campana de gauss” (forced
ranking)
¾
Quitar a los jefes la capa de evaluadores y ponerles la de líderes.
¾
Aplicar la herramienta en un clima laboral de normalidad.
¾
Voluntad de que sirva al desarrollo de personas y no para lo que todos
pensamos.
¾
Participación de los afectados en el diseño y aplicación de la herramienta.
¾
Transparencia e información para evitar la desconfianza.
Si lo realmente pretendido fuera la ortodoxia del
desarrollo de las personas, el empresario no habría tenido inconveniente en
haber hecho partícipes a los representantes de los trabajadores. Pero ni
palabra. Pero si esto no fuera así —y de este empresario perseguidor de
trabajadores no cabe pensar otra cosa— la evaluación del desempeño se convertirá
en una forma de discriminación, de arbitrariedad en manos de “evaluadores” que
no tienen conocimiento de gestión de personas, ausencia generalizada de
liderazgo porque nadie les ha formado para ello, y que en muchos casos, armados
sólo de su propia subjetividad, puntuarán negativamente a quien reclama sus derechos,
a quien no trabaja por la tarde, a quien pretende formarse en horario laboral o
a quien represente un peligro inminente para su estatus por estar entre el 16%
de los buenos, que de todo habrá.
Estos mismos profesionales de la cosa, que saben que
esto del desempeño no ha funcionado nunca, aducen ante sus jefes —que saben
todavía menos que ellos de este asunto— que es la única herramienta de la que
disponen, lo cual es absolutamente mentira. La moderna gestión corporativa se
apoya hace unos 10 o 12 años en regresar a la personas. Los empleados son personas
y el desarrollo competencial es para empleados. La oportunidad es desarrollar a
personas que sienten, que se relacionan, que están deseando normalmente dar lo
mejor de sí mismos si están adecuadamente dirigidos, motivados y organizados
por un líder y no por un jefe con capa de evaluador subjetivo.
Estas nuevas tendencias adoptadas por las mayores
multinacionales del mundo (es conocido que Microsoft se metió en una crisis
profunda por usar la “campana de gauss” en la evaluación del desempeño) que han
escarmentado del forced ranking, se
basan actualmente en herramientas como el coaching
y la gestión del liderazgo, y en general en lo que se conoce en las escuelas de
negocios (Esade y Deusto) como “gestión por confianza” donde el miedo y el
control están siendo sustituidos por la confianza y el compromiso. (Pr. Gasalla
Dapena).
CSICA debe rechazar, por todo lo
dicho, la implantación de esta herramienta entre una plantilla a la que se
persigue y se ignora, donde la única herramienta que se ha implantado con éxito
es el miedo y que está percibiendo la evaluación del desempeño como una
amenaza, nunca como una oportunidad.
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