LA ANOMÍA DE LIBERBANK (Al Gran Jefe le crecen los enanos)

Anomía: “estado que surge cuando las reglas sociales se han degradado o directamente se han eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una comunidad”

EMILE DURKHEIM

El mismo día que salta a las portadas de la prensa que dos consejeros de Liberbank están cobrando el paro, uno de los consejeros estrella puestos por el Sr. Menéndez, se desmarca de la terrible metedura de pata de su Presidente y le dice a la prensa que “los comportamientos éticos son tan importantes como los comportamientos legales”. Este mismo Consejero, Sr. Garicano, llama a estas cosas que Menéndez hace con sus acólitos “arreglos”. No se le ocurre otro nombre para llamarlo al miembro del honorable London School of Economics, aunque los analistas profesionales lo han denominado “capitalismo granuja”.

 
Es muy probable que el Sr. Garicano no se diera cuenta de que estaba dando en la diana. Efectivamente el respeto a lo ético está a la misma altura que lo legal en Liberbank. A ras del suelo, ninguna altura.

Desconocemos cuales son las intenciones del Sr. Menéndez, responsable, no máximo sino único, de este aún proyecto de Banco. También desconocemos si está alumbrando una nueva teoría empresarial del managment, porque lo que hace no encuentra parangón en la teoría y menos aún en la práctica empresarial al uso. Sin embargo donde no tenemos dudas es que este proyecto de banco no cuajará porque quien es capitán y tripulación al mismo tiempo se está equivocando gravemente en su forma de proceder. Y ahí, en la falta de expectativa razonable de futuro de persistir en estas prácticas, es donde se hace imprescindible la presencia de los representantes de los trabajadores, únicos paganos (ya estamos viendo como se lo llevan muerto los consejeros aunque haya crisis) cuando las cosas se ponen feas. O por lo menos ahí es donde va a estar CSICA.

Los trabajadores ya ponemos nuestro trabajo diario, peleando no sólo con la clientela desde el punto de vista comercial, sino con clientes, con personas, que antes eran nuestros amigos y ahora nos escupen en la cara por haber sido los mandatarios de políticos y empresarios, debiendo pedir disculpas por algo con lo que otros se forraron.

Sorprendentemente el modelo elegido por el Sr. Menéndez pasa por estar enfrentado permanentemente a los clientes, que destrozan nuestras oficinas y los nervios de nuestros compañeros mientras claman contra quien se ha quedado de forma ilegítima con su dinero, tal y como comienzan a proclamar las sentencias. Convierte al banco en un hazmerreir con consejeros que cobran el paro o metiéndose de lleno en diatribas políticas a base de pagar cantidades importantes a políticos consortes con artes tan malas que han sido recibidas a trámite de instrucción por parte de la fiscalía.

Pero es con la plantilla, con esa misma plantilla a la que debería estar cohesionando como un equipo para ganar en un mundo tremendamente competitivo, donde hace gala de sus peores prácticas. Serían ya innumerables los datos que apuntan a que Menéndez ha dado instrucciones —y si no es así que cese a los responsables que lo llevan a cabo— de judicializar absolutamente las relaciones laborales, llevando a las últimas instancias jurisdiccionales asuntos baladíes de mera gestión administrativa, siendo el hazmerreir también en los Juzgados por ello (donde habitualmente pierde fundamentalmente por no tener razón). Sus hombres no dudan en amenazar a los trabajadores para que ¡no se defiendan en los tribunales!, o en perseguir a aquellos que han tenido la osadía de ganarles en esa misma sede.

Se habilita a los mandos intermedios —y a los que no aceptan se les cesa de forma masiva— para dar instrucciones de trabajar fuera de la jornada a los trabajadores a sus órdenes, eso sí, tras haberles reducido la jornada laboral con la intervención reiterada de la Inspección de Trabajo que no aciertan a entender tanto desatino. Por no citar la desfachatez de quitar parte de las vacaciones, algo sagrado en el derecho del trabajo, o algo tremendo como es haber liquidado cientos de contratos de trabajo a base de enviar a jóvenes madres y otros trabajadores vulnerables a cientos de kilómetros de su casa con el único objetivo de que pidan la baja, todo ello sin tener en cuenta la buena fe que también le resulta exigible al empresario.

Podríamos en tan sólo 2 años contar y no acabar andanzas propias de un torpe aldeanismo al que un proyecto nacional les viene tremendamente grande. Pero lo que no podemos contar nunca es “la última”. La última, por ahora, —ya generan una por semana de media— es que los directivos de Liberbank han dado instrucciones de espiar a la plantilla. Y no es que nos lo imaginemos. Está publicado en las principales cabeceras del país en forma de correo electrónico que se envía al jefe de sistemas de una filial. El Banco le dice a los medios “que lo hizo porque tenía derecho a hacerlo” (Cadena SER), cuestión jurídica que próximamente analizaremos para todos vosotros, y que ya anticipamos que, de nuevo, vulnera un derecho fundamental de los trabajadores, el derecho a la intimidad.

¿Todavía le extraña a alguien que no hayamos firmado el acuerdo con este empresario?